Llegó antes de lo previsto. Dejó las bolsas en la cocina y subió la escalera. Oyó su voz. La de Él. Se detuvo. Oyó gemir a otra mujer. Caminó hasta la puerta de la habitación. Acercó el oído. Colocó la mano en el pomo. Se echó hacia atrás y apoyó la espalda en la pared. Respiró hasta darse cuenta de que respiraba. Volvió a la puerta. Perdió el equilibrio. No podía estar pasando, se dijo. Lloró. Cogió el pomo y contó hasta diez. Volvió a la pared. Descubrió su mano otra vez en el pomo. Se repitió que mejor no. Uno, dos, tres, cuatro. Dejó de llorar. Tomó aire y bajó la escalera como pudo.
Entró en la cocina y dejó el bolso sobre la silla. Abrió las bolsas de plástico y metió el cava en la nevera. Encendió el horno. Abrió el cajón donde guardaba las velas y el mechero. Sacó el mantel. Las servilletas blancas. Dejó todo sobre la mesa del rincón, sobre los discos compactos de Él. Se secó el sudor de las sienes. Se sirvió un vaso de agua. Miró el reloj y contó el tiempo que quedaba. Recordó que a Él le gustaba pasar horas sin salir de la habitación. Cogió el bolso y salió de la casa. Corrió hasta el metro. Se detuvo para respirar. Entró. Contó las paradas. El metro se detuvo en la primera estación y contó que faltaban dos. Miró el reloj. Se dijo que había tiempo. Se dirigió a la tienda de lencería y recordó el conjunto de ropa interior que más le gustaba a Él, el del cajón de la mesita, el de arriba. Con la otra. Entró en la tienda. Escogió el más parecido. Decidió que siendo negro bastaba, como a Él le gustaba, todo, como a Él le gustaba. Salió de la tienda y cogió el móvil. Hizo recuento de los candidatos que la habían pretendido. Se dijo que el más tonto y el menos agraciado. El que le indignara e Él. Llamó a Juan. Le dijo que llevaba toda la semana pensando en él. Le dijo la hora. Tragó saliva. Volvió al metro. Contó dos paradas y seguía contando cuando el metro se detenía en la tercera.
Corrió a la casa. Abrió la puerta despacio. Caminó sigilosamente, pausadamente. Miró la escalera. Entró en la cocina y metió las pizzas en el horno caliente. Subió la escalera contando los peldaños uno a uno como si fuera el acto más relevante de su vida. Vio la puerta cerrada. Oyó las risas. Rió para sí. Bajó la escalera con menos sigilo. Entró en la cocina y cogió las velas, el mechero y las servilletas blancas del rincón. Tiró los discos compactos al cubo de la basura. Fue al comedor. Extendió el mantel. Sacó las copas y levantó la que se cayó. Encendió las velas. Tomó el incienso del cajón. Volvió a la cocina. Sirvió las pizzas en dos platos y los llevó a la mesa. Volvió a la cocina a por el cava y lo abrió. Lo vertió en la primera copa. Se sentó. Continuó vertiendo el cava sujetando la muñeca con la otra mano para dominar el pulso desquiciado. Se quitó la ropa hasta quedarse desnuda. La recogió del suelo y la lanzó a la cocina. Se puso las bragas nuevas, el sujetador, una media. Se le enganchó la uña. La desenganchó. Se puso la otra media. Ajustó las medias al liguero. Sacó el espejo del bolso y el pintalabios rojo. Abrió el cajón. Sacó el incensario y miró hacia la escalera. Se sentó en el sofá. Respiró. Miró el reloj. Contó el tiempo pensando cómo lo estaría contando Él. Se calmó. Cogió el móvil y fijó la vista en él, hasta que llamara Juan, como le indicó que hiciera. Sonó la llamada. Contestó que ahora le abría. Encendió el incienso. Apretó el botón para bajar la persiana. Encendió la lámpara del rincón y dejó el móvil sobre la mesa.
Corrió a abrir la puerta. Se quitó a Juan de encima haciéndole creer que jugaba. Le dijo que más bajo, que le gustaba que la susurraran al oído. Se lo llevó a la mesa y le quitó la camisa. Le dijo que ahora sólo podía tocar ella. Le quitó el pantalón. Le dijo que no, que los calcetines no se los quitase y que se pusiera otra vez los zapatos, que la excitaba así. Lo sentó en la silla. Se sentó sobre él a horcajadas. Sintió las manos en su cintura y que la estrechaban hacia él. Miró el reloj. Imaginó que Él iría al lavabo antes de bajar la escalera. Se inclinó hacia atrás. Cortó un trozo de pizza con las manos y lo acercó a la boca de Juan hasta que mordió. Volvió a inclinarse hacia atrás y cogió la copa derramando un reguero de cava sobre la mesa, y después, sobre él. Manoseó y desmigajó la pizza sobre el pecho de Juan. Mojó con el cava los trozos deshechos. Le dijo que tuviera paciencia, que era un juego. Miró el reloj. Le pareció que estaba lo suficientemente ridículo como para que Él no lo respetara. Oyó ruido arriba y le contestó a Juan que era el gato. Oyó la puerta del lavabo y respondió que era la casa de al lado y que las paredes eran muy finas. Se inclinó hacia atrás y cogió el móvil. Marcó el 112. Le contestó que no marcaba ningún número y que era el juego del teléfono. Se concentró en modular la voz. Dijo que había un hombre medio muerto. Vio a Juan reír la gracia. Dijo que calle Planas número nueve. Vio que Juan cambiaba el semblante. Se puso la mano del móvil detrás de la espalda, le besó en el cuello y le mordió. Vio que tragó. Volvió al móvil. Dijo que estaba siendo terrible mirando a los ojos de Juan y con media sonrisa. Colgó. Empujó su cuerpo hacia Juan y empezó a gemir fingidamente, todo lo alto que pudo. Vio que Él bajaba la escalera y presionaba el interruptor. Sonrió a Él tan ampliamente como pudo. Sintió un golpe en el hombro y se levantó de la silla. Sintió el puño en la mesa. Vio a Él tirar del mantel. Vio a Él lanzarse sobre Juan y golpearle. Subía la escalera mientras oía los gritos de Juan y se cruzaba con la otra. Entró en la habitación y se vistió con la camiseta mientras oía gritar a los tres. Bajó dos peldaños de la escalera. Juan ya no gritaba. Vio a Él zarandear a la otra para calmarla, con el pecho y la cara manchados de sangre, mientras llamaban a la puerta. Los del 112.
https://lektu.com/l/un-tranquilo-lugar-de-aquiescencia/boletin-letraheridos-001-diciembre-2018/10454
2 COMMENTS
UTLA
4 años agoEstimada, Montse,
Un relato ciertamente perturbador, como, imagino, que era tu intención narrar.
Me ha encantado el resalte de la palabra Él.
Bravo por mantener la tensión.
Abrazos. ^_^
Montse González de Diego
4 años agoMe alegro mucho de que te haya gustado, querido Utla. Me contaron que fue eso lo que ocurrió… 😉