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Reseñas y textos

Soy vertical, pero preferiría ser horizontal

Editorial: Literatura Random House
Páginas: 72
Fecha de publicación: 2019
Enlace a la revista Letraheridos:
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Leer a Sylvia Plath (1932-1963) es tan grato como perturbador. La autora nació en Boston, Massachusetts, y en su breve vida publicó un libro de poemas, El coloso (1960), y una novela, La campana de cristal (1963), publicada el mismo año de su muerte.
En este especial de poesía nos acercamos a ella mediante una selección de poemas, recogidos por el sello Literatura Random House, intitulado Soy vertical, pero preferiría ser horizontal (traducción de Xoán Albeleira. Selección de Luna Miguel). A través de sus páginas se aprecia el tono confesional y propio de la autora que, además, recuerda a sus diarios, publicados póstumamente.
En Tulipanes, como en todos los poemas de la autora, destaca la plasticidad de unas escenas vívidas. En él recoge su estancia en el hospital y detalla el espacio físico en el que se encuentra, además de mostrar el estado emocional en el que se hallaba al escribirlo. Llama la atención cómo se vale del color, igual que haría una pintora, para expresar, bien sea la calma que proporciona el blanco: las paredes blancas que la rodean, las cofias de las enfermeras, la nieve…; bien sea para teñir sus versos de perturbación mediante el uso del rojo: los tulipanes, la herida, la lengua…:

«Los tulipanes son demasiado susceptibles, y aquí estamos en
[invierno
Mira qué blanco está todo, qué nevado, qué apacible.
Estoy aprendiendo a estar en paz, yaciendo sola, tranquila
Como la luz sobre estas paredes blancas, esta cama, estas manos.
No soy nadie; no tengo nada que ver con ningún tipo de
[explosión
[…] Los tulipanes, para empezar, son demasiado rojos, me lastiman.
Incluso a través del papel de regalo podía oírlos respirar
Ligeramente, a través de sus pañales blancos, como un bebé
[malísimo
[…]»

Otro de sus poemas, Tres mujeres, fue escrito el año en que nació su segundo hijo, y ya en su tiempo fue considerado como un poema feminista. En sus versos, que ocupan casi la tercera parte de la presente edición, la autora ofrece distintos puntos de vista sobre la maternidad o tres formas diferentes de afrontarla. Y lo escribió de tal modo que pudiera ser leído a tres voces, en emisión radiofónica, y ubicó el escenario en el que desarrolla la acción en un pabellón de maternidad y sus alrededores.
La primera de las voces pertenece a una mujer que ha decidido ser madre, que lo ha deseado:

«[…] A qué se dedicaban mis dedos antes de asir a este niño?
¿A qué mi corazón, con todo su amor?
Nunca vi nada tan límpido.
Sus párpados son como lilas,
Y su aliento leve como una polilla.
No dejaré que se marche.
No hay falsedad ni malicia alguna en él. Ojalá se conserve así».

La segunda voz alude a un anhelo insatisfecho, a la mujer que no puede ser madre:

«Alguien me acusa. Sueño con masacres.
Soy un jardín de negras y rojas agonías. Y yo las bebo,
Odiándome por ello, odiándome y temiéndome. Ahora el
[mundo concibe
Su propio fin, y corre hacia él, con los brazos extendidos
Con amor. Un amor mortífero que todo lo enferma.
Un sol muerto tiñe los periódicos, un sol rojo, mientras yo
Voy perdiendo vida tras vida que la oscura tierra absorbe […]»

En cuanto a la tercera, es la voz —madre— que se rebela, el rechazo hacia el hijo no deseado, sentimiento que la autora expresa de un modo tan contundente como las voces que lo preceden:

«Ahora soy una montaña entre mujeres montañosas.
Los médicos se afanan entre nosotras, como sobrecogidos
Por nuestra gravidez. Sonríen de un modo estúpido.
Ellos tienen la culpa de que yo esté así, y lo saben.
Se aferran a su vaciedad como a una suerte de salud,
Pero ¿y si un día les sorprendiese algo semejante
A lo que me ha ocurrido a mí? Enloquecerían.

A lo largo de las 69 páginas aparecen los temas dominantes de Plath, también reflejados en sus diarios, como, por ejemplo, el efecto de su padre en ella, un padre autoritario, nacido en Alemania y muerto prematuramente, hecho que le impidió ampliar la opinión —fraguada en la infancia— que se había formado de él y que despertó en ella un sentimiento de abandono que no dejó de reprocharle. Es uno de los poemas más desgarradores, desde mi punto de vista, en el que también alude a la Alemania Nazi y al holocausto como símbolos de opresión:

«Tú ya no, tú ya no
Me sirves, zapato negro
En el que viví treinta años
Como un pie, mísera y blancuzca,
Casi sin atreverme a chistar ni a mistar.

[…]En tu lengua alemana, en tu ciudad polaca
Aplastada por el rodillo
De guerras y más guerras
Aunque el nombre de esa ciudad es del más corriente.
Un amigo mío, polaco, […]»

Lady Lázaro, es una clara alusión al personaje bíblico resucitado milagrosamente, metáfora de la vuelta a la vida que supuso para ella sobrevivir a los intentos de suicidio. Una vez más, recurre a la simbología y al nazismo para referirse a esa autoridad que le ha impedido llevar a cabo su anhelo de aniquilación:

«He vuelto a hacerlo.
Un año de cada diez
Lo consigo; devenir

En esta suerte de milagro andante, volver mi piel
Brillante como la pantalla de una lámpara nazi,
Mi pie derecho, […]

Sin lugar a duda, es una escritora, tanto por su prosa como por su poesía, de lo más recomendable.

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