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Petalografías

Annie Proulx

En los últimos días he visto algunas películas que tienen como escenario los montes Ozarks y he llegado a la conclusión de que sólo por el paisaje que ofrecen y por la sensación de inmensidad, propia de los países norteamericanos, merece la pena pasar unas horas frente a la pantalla.
Edna Annie Proulx es una autora norteamericana que describe las zonas rurales de América del Norte, caracterizadas por paisajes exuberantes y cautivadores, con la precisión y el detalle de una cámara, de modo que en cuanto una se adentra en sus libros de queda admirada por los lugares que describe.
Nació en Norwich, Conneticut, en el año 1935, y sus padres siguieron la tradición, quien sabe si universal, de perpetuar un nombre de la familia, durante generaciones, en los sucesivos descendientes. Ella heredó el primero de los suyos de una tía materna, aunque más tarde sería más conocida por el segundo.
Y siguiendo la línea ascendente que conduce a sus antepasados oteamos las raíces inglesas y francocanadienses del árbol familiar del que brota, estirpe de colonos que embarcaron para seguir el rastro del famoso Mayflower, quince años después de que este abandonara las costas inglesas (1635), y a aquellas primeras familias conocidas hoy como los «Peregrinos de Inglaterra al nuevo mundo».
Una se imagina a Annie Proulx pequeña y curiosa, sentada alrededor de una mesa y escuchando a sus mayores mientras conversan sobre aquellos ingleses que tal vez inspiraron sus escarpadas historias y los paisajes que describe bellamente. ¿Quién podría saber qué vivencias deciden el curso del relato que cada cual escribe?
Sin embargo, lejos de ser una joven soñadora anclada a un pasado remoto, aprovechó sus años de juventud para formarse. Se graduó en Deering High School en (Portland, Maine). Más tarde asistió al Colby College y tiempo después regresó a la Universidad de Vermont.
Obtuvo reconocimientos prestigiosos, Cum laude y Phi Beta Kappa en Historia, en la misma Universidad de Vermot, pero no tardaría en abandonar su carrera para dedicarse al periodismo. Así, durante más de 20 años, publicó artículos sobre diversas temáticas, como arquitectura o jardinería, en varias revistas.
Debutó como escritora en una revista de ciencia ficción, «If», y fue a finales de los años ochenta cuando por fin sus lectores pudieron dirigirse a la librería ansiosos por comprar sus cuentos, género que manejaría a la perfección, recopilados en la obra titulada «Heart songs and other Stories».
Su primera novela, Postcards, fue publicada en 1992. De este modo irrumpía en el universo de las letras como escritora, a una edad posterior que la mayoría de los autores acomodados en los círculos literarios, cuando pasaba de los cincuenta años. Lo reseñable de ello no es tanto la edad de inicio de su andadura literaria, sino el hecho de que en la mayoría de los artículos que tratan sobre la aurora destaquen este dato como algo insólito. Por suerte para todos, independientemente de la edad, ganamos a una autora relevante.
Una muestra de ello es el reconocimiento que ha obtenido por sus obras. Ganó el Premio Pulitzer de novela y el Nacional Book Award en 1993, con «Atando cabos». Y en cuanto a su obra más conocida, que recomiendo vivamente en esta pequeña biografía, En terreno vedado (Brokeback Mountain), un cuento de unas treinta páginas publicado inicialmente en The New Yorker (1997), cargado de polémica por la historia de amor que narra entre dos hombres, le llevó a la fama mundial con la adaptación cinematográfica.
En alguna ocasión Proulx ha aclarado que el tema central del cuento no es la relación homosexual de los personajes ni el romanticismo entre ellos, sino la homofobia, propia de algunas zonas rurales de EE.UU., y el carácter rudo de Wyoming, uno de los estados de mayor dureza, que ella conoce sobradamente.
¿Afecta el entorno al carácter de las personas? Después de leer En terreno Vedado, una queda convencida de ello y no extraña que la escritora haya encontrado en ello el conflicto de sus historias. Aun así, Annie Proulx va más allá y relaciona esa rudeza del terreno con el ideal del vaquero puro y noble, una visión perpetuada en el tiempo y origen de la homofobia que critica en el cuento.
Su prosa lírica es exquisita y las descripciones del paisaje se mantienen alejadas de cualquier idealización. Asimismo, el apego que siente por su tierra y la influencia que el entorno ha tenido, tanto en su vida como en su escritura, es indudable.
En un artículo de El País del 26 de febrero del 2006, describe el lugar en el que vive, a 2.700 metros de altura entre las montañas rocosas de un pueblo pequeño, situado muy cerca del Bosque Nacional de Medicine Bow. Cuando una lee a Annie Proulx comprende que haya escogido este entorno para plantar su casa, también que escriba sobre ello irremediablemente. La viveza del sol, el aire seco de la montaña y la posibilidad de tener nieve champagne, explica, fueron motivos suficientes para elegir este enclave como lugar de residencia.
Se declara aficionada al esquí de fondo y amante del tiempo inclemente, de los vientos, las tempestades y precipitaciones en horizontal, típicas del lugar. No sorprende que sus lecturas preferidas traten sobre montañismo y supervivencia, como la expedición de Scott al Polo Sur o la de otros excursionistas que han arriesgado sus vidas. Tal vez debamos agradecer a esos autores, al menos en parte, que podamos disfrutar de sus relatos, historias que retratan paisajes yermos y personajes únicos, de comportamiento y carácter severo. ¿Quién puede escapar a los efectos del entorno?
Acabo con las palabras de la autora, en El bosque infinito, que despiertan el deseo de seguir leyendo su obra.

«Nada en el mundo natural, ni bosque, ni río, ni insecto ni hoja tiene valor intrínseco para los hombres. Todo es inútil, totalmente prescindible a menos que descubramos algún beneficio para nosotros…Los hombres se comportan como señores superiores. Ellos deciden qué florecerá y qué morirá. Creo que la humanidad se está convirtiendo en una nueva especie terrible y lamento ser uno de ellos».

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