Desde muy antiguo, la pregunta sobre qué es la verdad ha mantenido ocupados a filósofos y a pensadores, incluyendo a personajes que han marcado el curso de la historia, pero ¿qué historia? ¿De qué verdad hablamos? ¿Quién modela o crea el relato transmitido de generación en generación que ha llegado a nuestros días?
El escritor J. Casri, a través de la historia que él mismo narra, El modelador de la historia (Piel de Zapa), propone la búsqueda de ese artífice, no sólo del autor que se esconde entre las páginas de la historia escrita con mayúsculas —¿es la Historia pura técnica narrativa?, viene a preguntar—, sino del que teje cada uno de los relatos que nos contamos creando una ficción poderosa que acabamos por llamar verdad.
Daniel, un escritor de éxito preocupado por atravesar la puerta que da acceso a la Historia de la Literatura, está sentado en el asiento de un avión y, desde el aire, desde el vacío, donde el espacio se desvanece y el tiempo parece perder relevancia, inicia su particular búsqueda y pregunta al narrador, al estilo de Sherlock Holmes, cómo conoció a El modelador.
A partir de entonces el tiempo de la narración empieza a detenerse por las notas escritas al pie de página, notas explicativas que tratan sobre verdades menos oficiales de algunos hechos históricos que hemos dado por auténticos: ¿quién fue realmente Billy el Niño?
Porque la novela de J. Casri no es un libro tradicional que leemos linealmente, sino que, en gran parte, el lector se siente acompañado por comentarios anexos, de modo que ficción y realidad se fusionan y difuminan los contornos de la obra hasta, en ciertas ocasiones, ofrecer la impresión de haberse transmutado en un fascinante ensayo.
El uso de diálogos inteligentes, construidos con naturalidad, es habitual a lo largo de las casi trescientas páginas que componen la novela, diálogos pronunciados por un elenco significativo de personajes que, desde la ficción, especulan sobre la realidad, ¿cómo se crea esta, entre otras cosas, sino a fuerza de contar los hechos convenientes y descartar lo que cada periodo histórico haya considerado perjudicial, tal vez por vergonzoso, o simplemente accesorio?
A medida que abandonamos la primera parte del libro, El aire, y nos acercamos a la segunda, La tierra, la novela se ramifica y extiende un mapa que sirve de guía al lector en los diferentes caminos que deberá seguir para avanzar por la narración. Recuadros, flechas, indicaciones que cambian la dirección de la lectura y que introducen la obra en la sofisticada sección de los libros experimentales, junto a autores como Vila-Matas.
Historias que se superponen, que se esconden o que se revelan, que se encierran, historias que se cuentan entre ellas, que se necesitan o que se niegan, historias con vida propia o cíclica como muestra oportunamente la fotografía que aparece en la portada del libro.
La prosa exquisita y fluida, el ritmo de la narración, las imágenes genuinas y propias del autor, alejadas de los tópicos, y las reflexiones brillantes hacen de esta novela un artefacto rebosante de literatura y de pensamiento, una de esas lecturas que tratas de alargar en el tiempo para que dure. De hecho, El modelador de la historia es uno de esos libros que, abierto al azar por cualquiera de sus páginas, ofrece joyas irrenunciables.
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